La Dra. Natalia Bieletto, académica del CIAH, explicó el vínculo de estas expresiones con la construcción de identidades nacionales, donde aparecen el Roto chileno, el Pelado mexicano y el Gaucho argentino, entre otras figuras.
“Una rumba con ademanes «marcadamente inmorales»” fue lo que causó la detención de un hombre llamado Arturo Lobato, una madrugada de 1922 en Ciudad de México. La falta de civismo en sus movimientos, según las autoridades de la época, contravenía el espíritu progresista y moderno que el país azteca se esmeraba por presentar a comienzos del siglo XX.
Este y otros ejemplos latinoamericanos fueron parte de la presentación que la mexicana Natalia Bieletto, Phd en Musicología de la U. de California y académica del Centro de Investigación en Artes y Humanidades U. Mayor, realizó el 7 de agosto en el Centro Cultural Gabriela Mistral, bajo el título de “Teatro musical itinerante en América Latina: Artes escénicas, cultura popular y construcción de nación”.
En el marco del ciclo “La Ruta del Pensamiento”, organizado por la Dirección de Vinculación con el Medio y la Vicerrectoría de Investigación, esta charla analizó el vínculo entre diferentes formas de entretenimiento musical itinerante y la construcción de identidades nacionales.
Figuras como el “roto” chileno, el “pelado” mexicano y el “gaucho” argentino, entre otros, son parte de los personajes que se fueron forjando en carpas, espectáculos callejeros e itinerantes, mezclando expresiones teatrales y musicales en un joven continente durante el siglo XIX. Un tema que la investigadora lleva años estudiando y que conoce por su propia biografía.
Natalia, ¿cómo ocurrió tu aproximación a este tema?
“Yo digo que los investigadores siempre tenemos motivos personales para acercarnos a nuestros temas. En mi caso, soy descendiente de una familia de inmigrantes italianos que llegó a México en siglo XIX y se dedicaba a la ópera. Luego mi papá (Mauricio) pasó de ser un músico rockero—vocalista de Choc Mool, precursores del rock progresivo en dicho país— a dedicarse también a hacer teatro musical, callejero e itinerante. De niña iba con él a giras, así que está en la familia. Y del tema en sí, me parece fascinante el recurso del humor para la trasformación de una sociedad”.
Teniendo en cuenta esta historia y tu formación como investigadora, ¿cuáles son las razones por las que el teatro musical forjó parte de la identidad de diferentes países en la región?
“El teatro musical es un término muy amplio, pero tiene que ver con el uso de estereotipos para cada cultura en particular. En el caso de Chile, podríamos hablar del “roto”, muy similar al “pelado” en México, que vendría siendo el campesino indígena. Estos arquetipos, cuando se llevan a personajes locales, funcionan muy bien en las representaciones nacionales y son tipos sociales que se utilizan para cierta narrativa. Por ejemplo: en México después de la reforma agraria se resalta la figura del campesino, pero al mismo tiempo hay una parodización del hombre que trabaja el campo siendo indígena, puesto que la Revolución Mexicana no acabó con el sistema de estratificación social que venía desde la Colonia”.
¿Existen expresiones del Teatro Musical que en un momento funcionan como espacio de “resistencia” y luego se integran a lo “oficial” o “establecido”?
“Esto depende principalmente del periodo histórico. Incluso un mismo género músico-teatral, cambia de un momento a otro. En Chile se están celebrando los 30 años de “La Negra Ester”, que nació siendo un relato sobre la moralina y el conservadurismo cultural, respondiendo a esto con una visibilización de la subcultura en Santiago. Pero con el tiempo ha mutado hacia la oficialidad, hacia un canon de la revista musical de Chile. Esto tiene que ver con el trayecto de las instituciones y de la patrimonización de algunos espacios. Hay que tener en cuenta los contextos: una obra que se estrenó hace 30 años puede tener una respuesta muy diferente en la actualidad”.
Finalmente, Natalia, ¿existen rasgos de estas expresiones en espacios culturales modernos, como en la TV, por ejemplo?
“En la actualidad el “roto” chileno se actualizó, de alguna forma, en el ‘flaite’. Ambos son personajes en los que se reitera una estrategia de “otrificación”; de decir “este roto no soy yo, pero vamos a ver cómo es” y ahí aparece la parodia de ciertas características que el pensamiento dominante percibe como negativas. Estos estereotipos pueden girar en diferentes formas de circulación, como la televisión, el cine e incluso el comic, pero son arquetipos sociales muy similares”.